Castillo de Peralada |
El los años sesenta estuvimos una cuadrilla de Cádiar y cinco de Lobras en Peralada, el encargado que teníamos era Pantaleón “ratones” no me acuerdo de los apellidos, pues estuvimos poniendo el darro y el agua, en el pueblo hay una Fábrica de champán y a veces teníamos tres o cuatro casas en lo que dominaba el trabajo y de cada casa nos sacaban un porrón de champán y una bandeja de galletas. Teníamos a Frasquito Ortiz, de Cadiar, que era muy propasado y a la ves teníamos al rubio de Lobras que tampoco se quedaba corto, ellos eran los primeros que mangoneaban en los platos y Frasco Ortiz cogía lo que le parecía y después decía: “las galletas de coco se las dejáis al rubio”, se tenían un interés que no se podían ni ver, pero a cual de los dos era mas sinvergüenza. Así estuvimos un par de meses, había una soltera dura que por las mañanas tenía un puesto de pescado en la plaza, esta mujer por que le compráramos a ella o por lo que fuera tenia mucha cofianza con nosotros y un día, pero fuera de la plaza, en el trabajo estuvo un rato con nosotros de los varios que echaba y nos dijo: “tengo gusto de que vengáis un día a mi casa a tomarse un café” todo esto mas inclinado al encargado, como es natural, pues lo acordamos entre todos: “bueno pues el domingo a las cuatro de tarde vamos a ir” y ella dijo: “allí os espero”. Fuimos y la mujer nos atendió muy bien, nos puso una bandeja de galletas y un baso de café con leche y pasamos una tarde como si hubiéramos estado en familia, pero resulta que Frasco Ortiz no había ido, le pregunto al sobrino, Pantaleón, y el sobrino le dijo que a su tio no se le podía ases caso, bueno, pues a otro día pasó por donde estábamos trabajando y la mujer muy atenta le dice: “Frasquito, hay que ver que no fue usted ayer con los compañeros a tomarse un café a mi casa” y se cuadró delante y le dijo: “ni fui ni voi” y le dijo la mujer “¿porque es eso?” y él le dijo “porque no me fío de usted señora”, nos quedamos todos de una pieza, la mujer se avergonzó y nos dijo:”hasta mañana”, y se acabo la confianza. Después pasaba por donde estábamos trabajando y nos decía buenos días o buenas tardes pero parase donde estábamos se acabó.
Seguimos trabajando y poco después estábamos trabajando orilla de una arenera, había dos o tres camiones arrimando arena, la llevaban entera y la pasaban por unas cribas y sacaban graba garbancillo y arena. Los camiones basculaban en una torva y alcanzaban a los cables de alta tensión, tenían un peón para que tuviera cuidado de que los camiones no tocaran porque era muy poco lo que tocaban. La cuestión es que el hombre (el peón) se agarro de la puerta y charlando con el chófer se descuidó y toco el camión en los cables y se quedo carbonizado se le quedaron los dedos de los pies con el hueso pelado, las ruedas del camión se quemaron también y el chófer tenia un chiquillo dentro del camión y lo tiro al suelo y él blincó detrás y ninguno de los dos (padre e hijo) le pasó nada. Según decían no habían tocado en chapa y no habían tenido contacto.
Pues el rubio ya sabéis lo cataollas que era, de seguida se fue a mangonear donde estaba el muerto. A los pocos días llegó uno de Jaén por mediación de un primo, se llamaba José María. Era un hombre de pocas palabras y el mismo primo que era un enteraillo le chinchaban mucho incluso le hicieron la petaca en la cama y José Maria se tiraba un rato desliando las mantas pero no piaba y los que se lo hacían escuchando y escondidos hartándose de reír. A otro día le preguntaban y les decía que se habían liado las mantas , en el trabajo era el que mas trabajo rendía pues teníamos que decirle que fuera mas despacio pero era tan callado que no hablaba, no se desahogaba, estaba un momento de pie y de seguida al trabajo. A los pocos días me vine yo a Lobras, y le dejé un colchón que habíamos comprado todos, era un colchón vacío y después los llenamos de paja, me dijo: “¿que me vas a cobrar por el colchón?”y le dije: “tráete una botella de vino y convida a los que estamos, todo eso te voy a cobrar”, después, según me contaron creo que durmió una semana en el colchón, pero un día como de costumbre fueron a la casa a comer y comieron y se fueron cada uno por un sitio, llegaron al trabajo y José Maria no iba, cuando vieron que no resultaba por ningún sitio salieron a buscarlo y preguntando le dijo uno que tenia una tienda: “por aquí pasó cuando ibais de comer compró cuatro metros de cuerda y se fue para el trabajo”, ya se figuraron lo peor, fueron al río que había unos laureles grandes y allí se lo encontraron colgado. Cuando me lo dijeron, yo pensé que si a aquel hombre lo hubieran tratado de diferente forma no le hubiera pasado esto, pues como no hablaba, si alguna cosa no le gustaba se quedaba con con ella en el cuerpo y tenia el nudo en el cuerpo hasta que hizo esto.